Isla Ross
Dinosaurios del continente congelado
La Isla Ross es reclamada por 3 tres países diferentes en la actualidad: Chile, Argentina y Reino Unido, sin embargo, gracias a la cercanía territorial, son los dos primeros quienes más investigaciones científicas han llevado a cabo en el lugar, aportando de forma considerable al conocimiento del pasado de la Antártida, que durante el final del Mesozoico (hace unos 75-66 millones de años atrás) presentó un clima mucho más cálido respecto al actual, que permitía la existencia de un denso bosque de helechos y coníferas, en donde habitaron diferentes tipos de criaturas, incluyendo dinosaurios (Rubin, 2008; Leppe, 2019; Torres, 2018).
En 1986 se encontró en esta isla el primer dinosaurio descubierto en la Antártida, se trata de un anquilosauriano que fue bautizado como Antarctopelta oliveroi, especie que vivió a finales del período Cretácico, hace unos 70 millones de años atrás (Olivero et al., 1991), en una época en la que el territorio antártico aún se encontraba conectado a Sudamérica por un pequeño puente biogeográfico (Torres, 2018; Leppe, 2019). En general, lo poco que se sabía de Antarctopelta, debido a sus materiales fragmentarios, era que medía unos 4 metros de largo y poseía placas de armadura adheridas a su piel (Salgado y Gasparini, 2006), sin embargo, el descubrimiento reciente del dinosaurio chileno Stegouros elengassen, con el que se encontraba estrechamente emparentado, ha sacado a la luz nuevos datos que parecen sugerir la presencia de una extraña estructura defensiva en la punta de su cola, que ha sido denominada "macuahuitl" (consistente en siete pares de osteodermos con forma de espada), dicha arma caudal está totalmente preservada en Stegouros, y comparaciones anatómicas indican que Antarctopelta también la tuvo. Por otro lado, ambos taxones se encuentran agrupados en un nuevo clado denominado Parankylosauria, junto a otros anquilosaurios con características primitivas como Kunbarrasaurus (Soto-Acuña et al., 2021).

En 2003 se hallaron huesos de un supuesto terópodo dromeosáurido en la isla (Case et al., 2007), sin embargo, no fue hasta 2019 que se realizó por primera vez una descripción apropiada para este dinosaurio, la cual desembocó en su reconocimiento como nueva especie, siendo bautizado Imperobator antarcticus por los investigadores, quienes además determinaron que no habían pruebas suficientes para colocarlo dentro de Dromaeosauridae, sino que en realidad sólo se puede confirmar su condición de miembro del clado Paraves (Maniraptora). Según el estudio en el que se describe, este terópodo habría alcanzado en vida un tamaño comparable al de Utahraptor ostrommaysorum, por lo que debió poseer unos 6 m de longitud, y se menciona de forma más directa que probablemente tenía una altura de unos 2 m (Ely y Case, 2019).

Trinisaura santamartaensis es otros de los dinosaurios que habitó el lugar a finales del Cretácico, se trata de un pequeño ornitópodo, de unos 1.5 metros de longitud, que se encuentra emparentado con varios dinosaurios sudamericanos del clado Elasmaria, siendo considerado por algunos autores como un miembro basal del mismo. Esta criatura fue el primer integrante de Ornithopoda descubierto en Antártida y fue hallado en la misma localidad de donde proviene Antarctopelta (Coria et al., 2013; Rozadilla et al., 2016).

En este sitio se descubrieron los restos de otro de los pocos dinosaurios antárticos bautizados: Morrosaurus antarcticus, un ornitópodo perteneciente al clado Elasmaria, que agrupa diversas formas de pequeños dinosaurios corredores, como la ya mencionada Trinisaura santamartaensis, sin embargo, Morrosaurus es un poco más grande que la mayoría de sus parientes, pues posee un tamaño mediano y huesos más robustos. Su nombre deriva del lugar donde fue encontrado: El Morro, ubicado en la Formación Snow Hill Island de la Isla Ross (Rozadilla et al., 2016).

Otras investigaciones han logrado identificar algunas formas de ornitópodos más grandes, como hadrosaurios, y existen varias menciones de iguanodóntidos, aunque, debido a la antigüedad de dichas fuentes, tal vez hagan referencia a los miembros de Elasmaria mencionados anteriormente (Reguero et al., 2013).

Los titanosaurios (Listhostrotia) son otros que se han sumado en años recientes a las formas de la isla, pues en 2011 se describió al primer individuo de este clado en Antártida, lo que resultó ser un hallazgo bastante significativo, pues este continente era el único que no contaba con descubrimientos de este tipo de dinosaurios enormes (Cerda et al., 2011; Rozadilla et al., 2016; Reguero et al., 2013). En medios informales se han hecho notar además algunas similitudes óseas que estos materiales presentan con ciertos restos sudamericanos del grupo (en particular con Nullotitan glaciaris) (Vargas, 2021, 38m14s).

Finalmente en cuanto a dinosaurios no avianos, y con muchos menos detalles, se sabe de la presencia de un terópodo grande descrito como "similar a un megalosaurio", siendo poco lo que se sabe sobre él (Reguero et al., 2013), pero en medios informales se ha revelado que, si bien su naturaleza fragmentaria no ha permitido asignarlo de forma certera a algún clado de Theropoda, presenta una gran afinidad con Megalosauridae, estando además datado para algún punto indeterminado del Cretácico (Vargas, 2021, 34m42s). Por otro lado, se conocen huellas de terópodos en la isla, algunas de las cuales podrían corresponder a la icnoespecie Megalosauropus broomensis, descrita anteriormente en Australia y relacionada con megaraptóridos (Larramendi y Molina, 2016).

Sumado a lo anterior, se han descrito y reportado al menos 4 diferentes aves fósiles de la época de los dinosaurios provenientes de este lugar, ninguna de las cuales ha recibido una identificación muy específica (Reguero et al., 2013).

Los reptiles marinos son otras de las criaturas abundantes del sitio, destacando por descubrimientos como el del gran mosasáurido tilosaurino Taniwhasaurus antarcticus, entre muchos otros parientes suyos del grupo de los mosasaurios, principalmente tilosaurinos (Talevi et al., 2011).

También hay presencia de plesiosaurios, incluyendo al miembro más antiguo conocido de la familia Aristonectidae (datado para el Campaniano Tardío) y a un elasmosáurido con un cuello bastante largo que parece estar relacionado con ejemplares del hemisferio norte. A los reportes anteriores hay que sumarles múltiples hallazgos del género Aristonectes, plesiosaurios indeterminados, algunos Elasmosauridae que tampoco han podido ser identificados y una mención de un miembro de Polycotylidae (Otero et al., 2014).



Kellner et al. (2019) describieron uno de los pocos pterosaurios hallados en la Antártida, se trata de un posible miembro de Pteranodontoidea o Azhdarchoidea de unos 3 o 4 metros de envergadura, cuyos restos tuvieron un destino trágico, pues la mitad del fósil original se perdió en 2018 durante el incendio del Museo Nacional de Brasil. Fuera de este hallazgo, el continente blanco cuenta tan sólo con otros dos pterosaurios reportados, uno descrito por Hammer y Hickerson en 1999, y otro hallado por el mismo equipo compuesto por Kellner y colaboradores en Isla Vega, que también podría ser un azdárquido, aunque mucho más grande (Kellner et al., 2019; Pickrell, 2019).

Finalmente pueden mencionarse múltiples hallazgos de peces condrictios, teleósteos y holocéfalos, además del descubrimiento de un caparazón de tortuga (Quelonioidea), que sería el registro más antiguo de estos animales en la Antártida (Reguero et al., 2013).

Los dinosaurios del lugar datan del Maastrischtiano (72-66 millones de años atrás) y están fuertemente relacionados con la fauna mesozoica de Australia y el sur de Chile, de hecho, basta con comparar con los descubrimientos de Cerro Guido para notar que ambos lugares estuvieron vinculados, siendo la Antártida una especie de puente natural entre la Patagonia Chilena y el lado sureño Australiano, desembocando en un intercambio de fauna que probablemente permitió el paso de grupos como los anquilosaurios, hadrosaurios y megaraptores al suelo Sudamericano (Reguero et al., 2013; Leppe, 2019; Soto-Acuña et al., 2021).
Referencias:
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Coria, R., Moly, J., Reguero, M., Santillana, S. y Marenssi, S. (2013). Un nuevo ornitópodo (Dinosauria; Ornithischia) de la Antártida. Cretaceous Research, vol. 41, pp. 186-193. DOI: https://doi.org/10.1016/j.cretres.2012.12.004
Cerda, I., Carabajal, A., Salgado, L. Coria, R., Reguero, M., Tambussi, C. y Moly, J. (2011). The first record of a sauropod dinosaur from Antarctica. Naturwissenschaften, vol. 99, pp. 83-87. DOI: https://doi.org/10.1007/s00114-011-0869-x
Ely, R. y Case, J. (2019). Phylogeny of A New Gigantic Paravian (Theropoda; Coelurosauria; Maniraptora) From The Upper Cretaceous Of James Ross Island, Antarctica. Cretaceous Research., vol. 101, pp. 1-16. DOI: https://doi.org/10.1016/j.cretres.2019.04.003
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Soto-Acuña, S., Vargas, A., Kaluza, J., Leppe, M., Botelho, J., Palma-Liberona, J., Gutstein, C., Fernández, R., Ortiz, H., Milla, V., Aravena, B., Manríquez, L., Alarcón-Muñoz, J., Pino, J., Trevisan, C., Mansilla, H., Hinojosa, L., Muñoz-Walther y Rubilar-Rogers, D. (2021). Bizarre tail weaponry in a transitional ankylosaur from subantarctic Chile. Nature. DOI: https://doi.org/10.1038/s41586-021-04147-1
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